Ahora que a mi tiempo de desempleado le quedan unas horas de vida, intento ir adaptándome a mi nueva situación. Una que no me ha supuesto ningún cambio es el cambio de localidad de residencia, gracias a que la oficina esta muy cerca de casa.
Poco a poco iré buscando piso, pero me puedo tomar el tiempo que yo quiera. He tomado la decisión de quedarme aquí, no tengo ganas de más movimiento. Vivir en pueblo tiene sus inconvenientes; en el blog de Desgayficando han quedado bastante bien relatados pero no son suficientes como para inclinar la balanza a marcharme de aquí.
Es más, el otro día hablando con ciertas personas, uno del grupo me comentaba que ya conocía unos cuantos de mi pueblo que pertenecían "al gremio". Si tenemos en cuenta que se estima que al menos el 5% de la población es gay y que estamos censados 12.000 vecinos (sin contar los pueblos de alrededor), podemos estimar que seremos unos 300 hombres y 300 mujeres de todas las edades y condiciones. Suficiente como para no encontrar a alguien no quizás para enrollarse o emparejarse, pero sí como para mantener un cierto contacto o amistad.
Yo entiendo que en un sitio donde nos conocemos todos no apetece el tomar la iniciativa de buscar públicamente gente afín a ti. Seguramente si se hiciese una convocatoria pública, por ejemplo para celebrar el Orgullo, los únicos que aparecerían serían aquellos que tienen ganas de cotillear (en este pueblo casi todos), se alquilarían los balcones para tener buenas vistas y las crónicas darían para alimentar las tertulias marujiles hasta Navidad.
Sin embargo, internet y las aplicaciones tipo Grindr y Bender han venido a ayudar a establecer contactos con una cierta discreción... En teoría. Porque en la práctica yo salí escaldado de ellas. Quizás esperaba otra cosa de la gente que las usa, o quizás otra actitud. Es como si la gente sacase lo peor de uno mismo, como si sólo quisiesen sexo express y sin perder el tiempo en conocerse. Y no deja de ser una pena porque si algo he aprendido es que se pueden sacar cosas muy positivas de la gente sin acabar en la cama, yendo con la mente abierta (lo que en general se etiqueta como "lo que surja").
Mientras tanto, habrá gente que se siga sintiendo sola, empezando por mí mismo. Que sí, que es muy fácil echarle la culpa al pueblo, a la homofobia y a todas esas cosas. Pero en el fondo me da la sensación de que dando un enfoque distinto a dichas herramientas las cosas serían más fáciles, por lo menos en las zonas rurales. O igual ya se les dio y no funcionó, o yo no he dado en la tecla adecuada. ¿Estaría antes el huevo o la gallina?
Pseudoalucinación parasitaria de hoy: La mala reputación - Claudina y Alberto.